La china sin su poncho
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La china sin su poncho

Como es costumbre los domingos de temporada, suelo salir a recorrer lugares no tan habituales para mí, junto a mi señora y casualmente suelo llevar el equipo de pesca… por si acaso 😬.

En esta ocasión no sería diferente. Salimos cerca del mediodía rumbo a uno de los lagos de la zona. Estos caminos de ripio suelen ser sinuosos y el paisaje con el uno se encuentra km a km hace que la velocidad para recorrerlos, deba ser lo más lenta posible. Sería una pena perderse de semejantes bellezas naturales. Por si no se dieron cuenta, amo las montañas y sus paisajes patagónicos.

A medida que nos acercabamos a un camping de la comunidad Mapuche que está en una de sus costas, con la idea de almorzar a la intemperie, el clima empeoraba cada vez más, fuertes vientos con rafagas de varias decenas de km/h y una intensa lluvia, pintaban un panorama complicado, por lo tanto la camioneta oficiaria de comedor improvisado. La pobre china esta acostumbrada a éstas y otras tantas cosas…

Después de almorzar, decidí salir a pescar un poco, mejor dicho a intentarlo bajo el clima que cada vez se ponía más violento. Tema aparte, en este lago vive una vieja y astuta trucha fontinalis (salvelino, no trucha) que he pinchado en un par de oportunidades y no he podido pescar aún.

Luego de calzarme el wader y cuanto aparatoso pendorcho usamos para pescar con mosca, decidí encarar la zona este del lago, lugar un poco menos castigado por el clima, ya que una curva y unos árboles bajos, hacían las veces de un sutil, pero no por eso menos apreciado, reparo.

La marutake de 8″ #4, se quejaba en cada cast, pero así y todo me la rebusque para poner la mosca en los lugares elegidos. Las olas que por ese momento me empujaban por la espalda, me impedían ver el fondo que suele ser de aguas muy claras en ésta zona poco profunda, por ende intenté pescar a ciegas, buscando engañar a mi vieja amiga. De más está decir que no lo logré. Punto para la fontis.

Cada minuto que pasaba, el clima empeoraba más y más, finalmente y luego de mucho insistir y cambiar de mosca, pude pescar un par de pequeñas truchas marrones que no le hacen asco a nada y que sucumbieron a la tentación de mi pequeña emergente atada en un anzuelo #16.

Pero lo más curioso me pasó cuando en una de las recogidas de la línea y esperando que el viento cese al menos por un instante y me permitiera meter un cast entre los juncos, noto que mi mosca se movía, sisi, nadaba. En ese momento me dije a mi mismo, que real trabaja esta mosca, debe ser por eso que es tan efectiva. Una soft hackle que me acompaña en cada salida.

Me resultaba tan real que ya me parecía imposible, así que decidí levantarla del agua. Cuando la miro más de cerca, noto un pequeño puyen prendido de la mosca, creo que lo debo haber robado, no tengo otra explicación. El misterio del realismo de mi mosca, se develó ante mis ojos. Debo confesar que me reí como un loco bajo la lluvia, solo como loco malo. Son esos momentos únicos que nos regala la pesca.

Como el clima empeoraba y ya sobrepasaba lo áspero, decidimos emprender el regreso. Pero aquí la otra parte de la historia…

Cuando llego a mi casa me doy cuenta de que había perdido el cubre rueda de auxilio de la china (si, la china es mi camioneta), así que decidimos volver a ir hasta el lago, pasando por el mismo camino para ver si lo podíamos encontrar. Para nuestra sorpresa y luego de recorrer varios kms y llegar nuevamente al mismo camping y con el clima cada vez peor, no la encontramos. Ya volviendo y con la idea de que no la recuperariamos, el arcoiris se hizo ver y nos dió una nueva esperanza. Publiqué el extravío en varios sitios y pasaron un par de días sin novedad…, lo dimos por perdido.

Para nuestra sorpresa el día de ayer, Leonor había publicado en un sitio web de la zona, que ese día encontró la tapa perdida y que tan sólo me tenía que comunicar por privado para concretar la entrega. Así fue como anoche nos encontramos con Leonor y su marido, los cuales muy gentilmente habían guardado la tapa de la rueda, ya que nos vieron pasar junto a ellos unos minutos antes de perderla en una zona de ripio bastante desparejo. Por esas cosas de la vida, ambos regresamos por distintos caminos y no nos pudieron ubicar más, a pesar de que nos esperaron un par de horas en la ruta por si volvíamos por allí.

Ahora la china volvió a tener su cubre ruedas, gracias a la gentileza de Leonor y su esposo. Otro pescador que ese día no se animó a mojarse tanto como yo. Me confesó que me estuvo mirando cuando me vestía y me metía al agua, y se decía a sí mismo, este está loco, yo mejor me duermo una siesta!

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2da. generación!
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2da. generación!

Después de haber vivido la primer experiencia de pesca con cañas marutakes, fui haciéndome de una idea mucho más clara de cómo debería ser la vara ideal, tome notas de varios puntos a corregir/ajustar y aprovechando la veda de pesca en Patagonia, me metí de lleno a trabajar en ello.

El proyecto de las marutakes de la 2da generacion (asi me gusta llamarlas) debía cumplir con ciertos premisas que paso a enumerar:

  1. Mejorar los enchufes/encastres. Este fue el principal error cometido en mis primeras marutakes. En todas tuve algún problema al respecto, o bien lo rompí por falta de refuerzos, o por no ajustar en forma precisa el encastre y por ende, cada vez que debía desarmar el equipo, terminaba debilitando esa zona.
  2. Buscar una acción equilibrada. Probablemente sea el tema más difícil, ya que tiene que ver con el gusto de cada uno, y porque además la combinación de cañas requiere contar con una gran cantidad de varas para ir seleccionando las que se ajusten a nuestra búsqueda, ya sea en potencia, acción, espaciado de nudos, especie de bambú, peso, diámetro de la caña, etc. En este punto o bien me quedaban demasiado flex y lentas (en extremo) o demasiado potentes y con solo acción de punta.
  3. Empuñadura ergonómica. Al estar en Patagonia, donde las aguas de arroyos, ríos y lagos son muy frías, sumado al clima bastante extremo, no es menor el papel que la empuñadura tiene para una caña de pescar. Debe ser cómoda y transmitir lo menos posible el frío del agua y/o ambiente.
  4. Balance y peso. Me tomé el trabajo de calcular en forma aproximada cuántas veces realizaba falsos casts en una jornada de pesca completa y llegue a la conclusión de que no es para nada descabellado, suponer que se realizan cerca de 1500 falsos lanzamientos. Hice el siguiente cálculo: Jornada de pesca de 8 horas, de las cuales, 1 hora la tomo para comer, de las 7 restantes, calcule que la mitad del tiempo camino, osea que estoy en el rio 3 1/2 hs. Ahora voy a tomar como que de esas 3 1/2 hs. la mitad del tiempo casteo, y la otra mitad la uso para moverme, derivar la mosca, etc. Me quedan todavía 1 3/4 hs. o sea, estoy 105 minutos casteando. Si estimo que cada falso cast dura unos 2 segundos, estoy en el orden de los 3.000 cast aproximadamente. Y ahora supongo que por alguna otra razón, la mitad de ese tiempo lo utilicé para pelear una trucha, sacar fotos, etc., estoy en el orden de los 1500 falsos cast. Obviamente este cálculo es sumamente imperfecto, pero de todas maneras no creo que este muy lejos de la realidad. En esta última temporada pasada, salí a pescar un promedio de 15 veces por mes, y considerando que la temporada dura desde Noviembre a Mayo, osea 7 meses, pero nuevamente descarto un mes completo y dejo sólo 6, eso me da que salí a pescar aproximadamente unas 90 veces. Creo que ya se estarán haciendo una idea de cuánto esfuerzo deben soportar estas cañas y por ende este humilde pescador 🙂
  5. Acción y resistencia. No sólo por la suavidad de casteo que busco, sino porque además, el viento es bastante común en esta zona y las truchas que debo pelear realmente son potentes.

Sobre el tema estético creo que es una constante búsqueda, y sinceramente no me preocupa demasiado, aunque obviamente quiero que queden lindas 🙂

Resumiendo… Por el gran esfuerzo a las que suelo someter a las marutakes y por la gran cantidad de tiempo que las utilizo a lo largo de una temporada completa, la durabilidad y comodidad son fundamentales. Obviamente la acción buscada para el tipo de pesca que me gusta realizar y las peleas que suelen presentar las truchas salvajes de la zona, hacen que no sea fácil dar con la vara ideal, encontrar el equilibrio justo entre acción, potencia, sensación, comodidad y durabilidad es un largo camino por recorrer. Son muchísimos los factores a tomar en cuenta, y creo yo, que es lo que hace más entretenido e interesante el hermoso desafío. Tuve la suerte de probar marutakes increíbles, así que eso me motiva aún más a continuar firme en esta búsqueda de superación.

Ya están listas las dos primeras cañas, dos varas bien distintas entre sí.

En ambas utilicé una sola unión de casquillo de bambú, minimizando las zonas más vulnerables de éstas cañas. Son varas de 8′ 1/2 de yatake, acción full flex y de recuperación lenta. Se sienten muy suaves al castear y cada una tiene su propia impronta. La “Rubia” se siente mejor con una línea #3 y la “Colo” con una línea #4. Para las empuñaduras utilice corcho (sigue siendo el material que mejor se adapta al frío y las exigencias que expuse más arriba) y marlo (choclo) buscando materiales alternativos.

Los herrajes están hechos de alpaca dura. En el caso de la primer anilla, además está revestida con resina epoxi. El portareel lo hice en un caso de corcho y en el otro de bambú. El final de la caña como siempre está hecho de nudo coihue de hongo llao llao. Esto es un detalle distintivo en mis cañas que me gusta mucho.

Estas dos primeras cañas están listas esperando la próxima temporada y ya están en curso otros proyectos, de los cuales en alguna próxima entrada les iré contando…

Suavidad al presentar… Una de las características buscadas en las marutakes
Full flex
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