Me siento frente a la morza y ajusto un anzuelo #14 de alambre fino, como para moscas secas. Empiezo a improvisar y hago la cama de hilo rojo comenzando desde el ojo del anzuelo y a la altura de la rebaba (que por cierto ya aplaste) me detengo… Miro los materiales que tengo desparramados sobre la mesa de atado y elijo pelo de ciervo. Corto un mechón no muy grande, tomo el enderezador de pelos y los acomodo golpeando sobre el borde de la mesa, mientras miro los árboles camuflados por los colores de Mayo, que escondidos bajo las nubes se menean por el frío viento Patagónico que los hace tararear.

Sueño despierto y no se por cuanto tiempo, sigo con el golpeteo hasta que caigo en la cuenta y me detengo. Vuelvo en sí y miro la morsa, tomo los pelos enderezados y sin pensar los mido y dejo una colita del largo de la apertura del anzuelo fijándolos sin demasiada presión para que no abran por demás. No estoy concentrado en lo que hago, me dejo llevar mientras miles de pensamientos, recuerdos e imágenes futuristas no me dejan concentrar… Me permito que así sea!

Avanzo hacia el ojo del anzuelo cruzando el hilo rojo por encima del pelo hasta llegar a 3/4 partes del largo, corto el sobrante y vuelvo en cruz hacia atrás, repito la operatoria hacia delante para fijarlo aún más… Me detengo y me viene a la memoria una salida también improvisada en la que decidí filmarme mientras ataba una mosca en vivo y pescaba al menos una “truchita” fontinalis (lo se, no son truchas, sino salvelinos, de la familia de los chars) Me invade cierta nostalgia…

Atado y pesca en tiempo real

Vuelvo en si, el hilo me espera y la Stonfo me mira como preguntando “Cómo seguimos?” No tengo la menor idea!

Tomo dos tiritas de crystal flash UV de color violáceo y la ato hacia atrás. Las corto del largo de la pata del anzuelo. Bebo un sorbo de café negro y tomo dubbing UV de color verde formando una pequeña pelotita justo en la base de donde termino de atar el brillo. Busco entre las plumas de perdiz y elijo una intermedia. Sujeto la punta de las fibras separando un pequeño triángulo desde donde pienso sujetarla. Una vez atada, tomo la pinza de hackles y le doy unas cuatro vueltas, mientras voy peinando las fibras hacia atrás. La afirmo con el hilo y corto el sobrante. Termino mi café mientras miro el engendro como si fuera a través de un cristal traslucido, no observo los detalles, miro más allá. Fantaseo con los ríos, lagos, arroyos, peces… Nuevamente el tiempo se detiene y después de un rato de divague mental, el vaivén de la bobina de hilo rojo, me saca del trance…

Le falta algo, pero que ? Nuevamente escudriñando el cajón de materiales, veo las plumas de gallo genéticas y una de color amarronado me gusta. La sujeto casi pegada al ojo del anzuelo, uso nuevamente la pinza para hackles y le doy dos vueltas. Decido que es suficiente. Tiene la “bichocidad” que quiero, corto el sobrante, nudo final, laca y la dejo secar en la morza.

No logro salir del aletargado momento, me quedo una vez más mirando la mosca a través del cristal de ensueño… Cuando caigo en la cuenta, que solo tengo un anzuelo pelado ajustado a la morsa y la bobina de hilo rojo bamboleante que me hipnotizó por varios minutos…

Ahora, si comienzo a atar la mosca que ya visualice! Nada de improvisar! 🙂